Por María Luján Expóstio
En la actualidad, y gracias en parte, a las nuevas tecnologías, existe la posibilidad de hacer el hábito y el aprendizaje de la lectura mucho más factible. Convivimos con ellas y recurrimos para casi todo. Es por ello que, existen multitud de herramientas para fomentar la lectura a través de las utilización de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) . Estas, crean espacios donde se favorece a una mayor interacción entre el libro y el lector y a su vez, permite dar un aspecto más lúdico si cabe, a ese momento de inmersión lectora. Dicho esto, se puede decir, que hacen un buen tándem, pues se potencian la una a la otra. Existe la necesidad, por tanto, de tener el dominio de la lectura y por ende el de las TIC y así obtener la máxima satisfacción.
Pero, ¿qué ocurre si no es así? Empaticemos, ¿podemos imaginarnos como se sienten aquellos que no saben leer y que además no dominan las TIC? Tal y como exponen Bernabeu, N., y Goldstein, A. (2009), esta situación produce una paradoja actual escolar, donde se invierte un gran esfuerzo al aprendizaje de lectura de las palabras y sin embargo se da por supuesta la capacidad de leer imágenes.
Siendo conscientes de la realidad, se trata de un acercamiento más ameno tanto al aprendizaje de la lectura como al manejo de las TIC. Se deben fomentar y crear espacios que ayuden a despertar la curiosidad por descubrir, por conocer y por aprender a leer y a utilizar las TIC pero de una manera adecuada y que a su vez favorezcan el aprendizaje de la lectura.
El mundo de la lectura es un mundo emocionante, pues, a través de ella, una persona es capaz de viajar a lugares insospechados, tener compañía en muchos momentos, vivir aventuras inesperadas, descubrir sentimientos y un sin fin de emociones. Siempre hay historias o parte de ellas que nos provocan emoción. La emoción es eso que, nos mantiene atentos y nos mantiene en alerta con los cinco sentidos. Es eso que, nos produce una sensación de interés sobre lo que estamos sintiendo, viviendo, conociendo y porque no, también leyendo. Y para el aprendizaje, la emoción es uno de sus motores. Tanto es así, que sin emoción no habría aprendizaje, tal y como afirma el experto en neuroeducación, Francisco Mora (2013). Esto hace evidente, la necesidad de crear ambientes y espacios que consigan provocar y producir emoción por la lectura, y ahí las TIC, abren las puertas en este sentido, pues dan posibilidades infinitas, y entre ellas, la posibilidad de aprender jugando. ¿Y qué hay más emocionante que un juego? El juego fomenta la curiosidad, es decir, abre la puerta a la emoción y la convierte en impulsora del aprendizaje, así como en apoyo y refuerzo del mismo (Mora, 2013). La diversidad de actividades que podemos crear es inmensa. Por ejemplo, existe la posibilidad de crear tu propio avatar y ser el propio protagonista de la historia, utilizar herramientas o aplicaciones para reforzar el contenido de la historia, como una búsqueda de palabras asemejándose a una búsqueda del tesoro, grabar la narración de la historia con efectos de sonido, usar una red social escolar para intercambiar pistas sobre la historia, etc. En conclusión, es necesaria la curiosidad, para crear emoción y mantener la atención, lo que favorecerá al aprendizaje tanto de la lectura como de las TIC.
Vivimos en un mundo tecnológico, rodeados de herramientas que nos ayudan a mejorar muchas de nuestras experiencias, pero también nos pueden ayudar a lo contrario si no sabemos manejarlas. Tratemos de darle al lector las mejores y mayores posibilidades para sumergirse en el mundo maravilloso de la lectura donde enriquezcamos su parte cognitiva y su parte emocional.
Mora, F. (2013) Neuroeducación, solo se puede aprender aquello que se ama. Madrid: Alianza Editorial.
Bernabeu, N., y Goldstein, A. (2009). Creatividad y aprendizaje, el juego como herramienta pedagógica. Madrid: Editorial Narcea.
Coordinadora del Grado en Educación Primaria de la Universidad Internacional de Valencia