Formación inicial de maestro y actualmente profesor en la Universidad Internacional de Valencia y asesor de formación en Educación Infantil. Fomentando el aprendizaje desde las interacciones comunivativas dialógicas en educación formal y no formal. Comprometido con la igualdad y el cambio social, miembro fundador del Grup Tagore d’Homes en Diàleg , fomentando las nuevas masculinidades alternativas NAMs en contextos educativos y componente del comité organizador del Congreso Internacional de Ciencia Feminismo y Masculinidades CICFEM.
Uno de los principales encargos que se atribuye a los centros educativos en su diversidad de etapas es la enseñanza de la lectura. La actividad de la lectura puede ser uno de los menesteres que más tiempo habrá ocupado en la vida de muchas personas, bien por ser objeto de su enseñanza, bien por una actividad importante en su dedicación profesional. Es sencillo encontrar multitud de estrategias o metodologías que pretenden dar respuesta a esta necesidad que abre las puertas del conocimiento. De entre todas ellas hay una, con sobrado reconocimiento por parte de la comunidad científica internacional que además va siendo cada vez más frecuente en diversos contextos, de educación formal e informal, y desde las edades más tempranas hasta las más tardías. Recibe el nombre de lectura dialógica y su máxima representación se da en las tertulias literarias dialógicas (Flecha, 1997). Un grupo de personas sentadas en círculo, un moderador o moderadora que asegura actos comunicativos dialógicos y las mejores obras literarias patrimonio de la humanidad son los sencillos ingredientes que convierten cada sesión en una pequeña obra de arte. Sentarse con adultos, jóvenes o junto a niñas y niños de 3, 4 o 5 años, abrir las páginas de El Quijote, El lazarillo de Tormes, La Eneida o Platero y yo, para establecer un diálogo sobre el texto y ser capaces de socializar el gusto por la lectura de la mano de Eneas, Dido, Sancho, Dulcinea o Juan Ramón, entre otros, y otros ilustres personajes, es algo que no deja de sorprender a propios y extraños. Recuperar muchos bellos momentos en los que compartir lectura y dialogar sobre ella está encantando a aquellos que empiezan y reencantando a los y las que acumulan una dilatada experiencia con mayor o menor fortuna.
Uno de los mejores regalos que podemos ofrecer como maestras o maestros, profesorado en general o familias, es hacer posible un entorno de aprendizaje lector que reúna las mejores características, no solo literarias, sino humanas.
Leer nos da acceso a toda la experiencia que como humanidad hemos acumulado a lo largo de la historia y nos permite conocer en profundidad el mundo que nos rodea, en este caso, gracias a los diálogos igualitarios, sin pretensiones de poder, que las y los participantes tienen sobre aquellos temas que siempre nos han preocupado.
La realidad social que vivimos no parece facilitar espacios en los que seamos capaces de detener todo lo superficial y podamos hablar con libertad y seguridad de lo verdaderamente importante y que tan magistralmente escrito está en las mejores obras literarias. Poder dialogar y debatir sobre la amistad, el amor, el odio, la envidia, la violencia, las desigualdades, las injusticias, la manipulación… se convierte en, tal y como se comentaba en una tertulia, un “escudo” protector que nos lleva a tomar mejores decisiones por el simple hecho de haberlo hablado. Y por si fueran pocos los motivos, superar el reto de enfrentarse a estas obras gracias a la creación colectiva de conocimiento nos hace llegar mucho más lejos en todos los aspectos. Como Odiseo, que ayudado por sus compañeros logra salvar todas las dificultades y llegar a Ítaca, la lectura dialógica hace posible que entre todas y todos los participantes vayamos superando y disfrutando el fantástico reto de leer un buen libro.