Salvador Gutiérrez Solís. Escritor y gestor cultural. Premio Andalucía de la Crítica, 2013
Siempre he tenido claro que las personas lectoras somos, en gran medida, muy afortunadas. En cualquier tiempo, pero muy especialmente en este que nos toca. Porque la lectura no es solo un instructivo hábito, una nutritiva afición o, en muchos casos, la compañía más estable de cuantas podamos encontrar, también es una forma de ser y de estar en el mundo. Una forma de vivir. Estoy plenamente convencido de que todos aquellos que convivimos con los libros contamos con una vida más plena, más rica, más amplia, con más colores y matices.
Los libros son los causantes de mi insomnio, pero también de mis sueños. He soñado libros, propios y ajenos, convivo con los personajes creados y leídos, me he permitido cameos maravillosos y delirantes junto a Don Quijote, en una carretera perdida norteamericana o en una isla desierta, había un tesoro escondido, por supuesto; conozco los rincones de un lúgubre ático de París, la soledad del guerrero y las alcantarillas de la España anisada y amarga de la posguerra. He viajado, sin tarjeta de embarque, a la Luna, he cazado focas en el Polo, he paseado por Lima, Sinaloa o Argel; me he colado en un par de volcanes, he conducido una máquina del tiempo, también un bólido de carreras, y he brindado con Hemingway en La Habana, sin salir de casa.
Le debo mucho a los libros, a la lectura. Saldar mi deuda es una misión imposible, nunca podré devolverle ni medio gramo de todo lo que me han dado. Por otra parte, tampoco quiero saldar esta deuda, quiero que siga creciendo y creciendo, que un gran número rojo de debe infinito se adueñe de esta emocional tabla que jamás podrá contabilizar todas las vidas disfrutadas.
Por todo esto, y por mucho más, es justo y necesario agradecer la labor que la Fundación José Manuel Lara y la Universidad Internacional de Valencia realizan promoviendo el fomento de la Lectura en el espacio educativo a través del certamen Enseñamos a Leer. No me cabe duda de que acciones como esta son las que propician que podamos seguir contando con generaciones lectoras en el futuro, caracterizadas por su formación, inquietud y curiosidad.
Agradecer, igualmente, el entusiasmo, pedagogía y vocación demostradas por todos los docentes que toman parte en el certamen, y que llevan siendo, algunos ya muchos años, los prescriptores más activos y apasionados en el fomento de la lectura. Es lo que percibí en la edición del pasado año, leyendo sus proyectos y, sobre todo, conociéndolos. Grandes profesionales convencidos de que el fomento de la lectura no es solo una actividad formativa, también es un elemento esencial en la construcción y desarrollo personal del alumnado.
Profesionales que entienden la lectura como el espacio ideal para promover valores, mediante proyectos adaptados a las edades e inquietudes de su alumnado. Profesionales que fomentan la creatividad, como un elemento protagonista de la lectura. Profesionales que apuestan por el uso y manejo de Nuevas Tecnologías, entendidas como unas aliadas y no como una amenaza. Profesionales empeñados en hacer de la lectura un elemento cotidiano de la vida de su alumnado, transmitiéndoles el amor por los libros, como un hecho emocional que nos hace mejores.
En este tiempo de incertidumbre, pero también de emociones a flor de piel y aplausos, tengo claro que la Fundación José Manuel Lara, la Universidad Internacional de Valencia y todas las personas que toman parte en el Certamen Enseñamos a Leer lo merecen. Gracias a vuestra pasión, entusiasmo y talento colaboráis en la construcción de una sociedad más libre, culta y mejor formada. Una sociedad que vive más, en definitiva.